
La Mancha Húmeda en septiembre: cuando el vacío es vida
La mayoría de las personas, al ver una laguna seca en pleno verano, piensan que está muerta.
Pero aquí, en el corazón de La Mancha toledana, esa sequedad es una necesidad ecológica.
Porque las lagunas manchegas no son como las demás.
Estas joyas del paisaje manchego. Son los restos del antiguo Mar de Tetis, son lagunas endorreicas, lo que significa que no reciben agua de ríos ni arroyos. No tienen entradas ni salidas. Solo dependen de las lluvias del otoño y el invierno, y del calor abrasador del verano para cerrar su ciclo natural.
Durante los meses húmedos, la lámina de agua —poca y muy salada— alberga vida microscópica, aves acuáticas y limícolas, y una increíble biodiversidad adaptada a condiciones extremas. Pero cuando llega el verano, todo cambia.

Bajo el sol intenso, el agua se evapora y deja una costra blanca de sal que cubre el fondo de las lagunas. Bajo esa capa, se acumula una capa de cieno, resultado de la descomposición de materia orgánica. Y es en verano cuando ocurre un fenómeno casi mágico:
Los tornados salinos: el espectáculo invisible
El choque térmico entre el calor del verano y el cieno húmedo del subsuelo genera tornados salinos: columnas de polvo blanco que se elevan desde el fondo de la laguna y pueden alcanzar hasta 500 metros de altura. Son fugaces, caprichosos… y extraordinarios.
La laguna, entonces, parece una fábrica natural en plena producción.
Ese proceso devuelve minerales esenciales a los suelos del entorno, que enriquecen las tierras agrícolas y mantienen el equilibrio de este ecosistema tan frágil como fascinante.
¿Y qué ocurre con las aves en septiembre?
Aunque la mayor parte del agua ha desaparecido, septiembre aún ofrece oportunidades únicas para ver aves en La Mancha:
- Limícolas que se alimentan en los últimos encharcamientos antes de migrar hacia África.
- Aves únicas como el águila imperial que aún sobrevuelan los campos manchegos tras el verano.
- Buitres, cigüeñas, alcaravanes, y especies adaptadas a la aridez.
- Y, si hay suerte, los primeros indicios de paso otoñal de grullas.
Todo esto lo puedes disfrutar a menos de una hora de Madrid, en un entorno donde el ecoturismo se une con la cultura: molinos de viento, cuevas-museo, talleres de esparto y tradiciones que merecen ser contadas.

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